jueves, 27 de marzo de 2014

Estoy de ti tan lejos

Estoy de ti tan lejos
y anhelo ir hacia ti.
Me oyen solo las estrellas,
que avanzan silenciosas en lo alto.
Y lo que yo te oculto
no puede estar velado
para ellas, pues el alma
en mí contemplan hasta lo más hondo.
Allí leen mis anhelos,
allí esclarece el claro resplandor
el motivo de mis lágrimas,
el motivo de mis penas,
y el deseo, que quisiera
escaparse por los labios.
Me oyen solo las estrellas
que avanzan silenciosas en lo alto.

Creo que no podríamos tener un mejor anfitrión en la primera entrada del blog que a Rainer María Rilke, poeta alemán del siglo XX.
En este poema aparece la tristeza del poeta por estar lejos de aquello que anhela. En esta, su desesperación, sólo lo acompañan las estrellas, que pueden ver el alma del poeta y todos sus sentimientos: tanto los buenos, como los malos.
Estos versos me gustan mucho porque, en cierto modo, todos nos podemos identificar con ellos. Quizás, en una primera lectura hemos podido pensar que el al que se refiere el poeta es la persona amada. Probablemente es así, aunque en realidad en el poema no hay ninguna alusión directa al amor. ¿Por qué debemos entonces suponer que únicamente se refiere a esa mujer especial?
Todo nuestro pensamiento está lleno de deseos. Muchos de ellos son considerados por nosotros mismos como irrealizables. Pero, ¿qué hay de ese momento de nostalgia en el que nos damos cuenta de lo que hemos perdido o de lo que nunca tendremos? En ese momento de tristeza y soledad, ¿quién nos acompaña? Rilke cree que solo los astros del cielo nos entienden. Aquellos seres que únicamente se dedican a observarnos día y noche, aunque nosotros no podamos verlos a la luz del sol.
Lo que más me llama la atención es el último verso. Sí, las estrellas nos miran. Saben lo que pensamos y lo que sentimos. Lo que nos hace reír y llorar. Pero ellas no dicen nada. Avanzan silenciosas en lo alto. Sólo nosotros podemos ayudarnos cuando estos sentimientos empapan nuestra alma. Es posible que la solución resida en perseguir ese sueño que se cree perdido, o en reencontrarse con la persona amada. Pero cuando estamos sumidos en esta melancolía lo único que nos puede salvar son nuestras propias decisiones.

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